domingo, 21 de febrero de 2010

La expo de los perros

La exposición canina ha sido esta mañana. Por fin.

Antes, en la tarde noche de ayer y esta mañana casi de madrugada, he tenido que someterme a dos sesiones bastante intensivas de peinado, con lo que a mí me gusta andar desgreñada y lo poco que me estorban los nudos y la mugre (como, por otra parte, en circunstancias normales, tampoco a mis
dueños). Luego, tras un desayuno apresurado, hemos volado hacia la Feria de Muestras de Armilla, donde hemos tenido que aparcar en un barrizal (un barrizal de pago, por cierto), y a correr de nuevo hacia el pabellón en que se encontraban mi ring y mis hermanos de raza y competidores; y, allí, la mayor sorpresa de las últimas semanas: los perros con los que me tocaba contender no se parecían a mí en absoluto.

Yo he llegado
peinada, con mi raya en medio (sobre el espinazo, que lo tengo bien largo) y el pelo ondulado, que me caía elegante y sedoso, sobre los flancos. Y la cara todo lo despejada que permitía el flequillo: apenas se me veían los ojos, pero sí podía percibirse claramente que no soy un perro chato. Y me encuentro con media docena gruñona de bolas de pelo frito, sin ojos ni hocicos ni patas visibles, todas mayores que yo y mucho más grandes. Como Shih Tzus pero a lo afro. Nada en contra de los primicos chinos (aunque una perra de raza puede ser racista si quiere, está en su naturaleza) pero los habaneros de esta mañana son los más peculiares que he visto en mi vida. Eso sí, pelo, lo que es pelo, tenían, seco y espartoso, a espuertas. Bolinas de lana, vamos.

Ellos habrían pensado de mí justo lo mismo (sólo que al revés: "¿de dónde habrá salido esa rata aceitosa?") si hubieran podido verme por entre la pelambrera. Ahora bien, si una es la única
desigual entre supuestos iguales puede llegar a albergar dudas acerca de qué modelo de perro se corresponde mejor con el estándar. La decisión acerca de este particular compete al juez de ring, de quien las malas lenguas dicen que no siempre se sabe al dedillo el estándar (las razas caninas son innumerables) pero sí suele conocer a los expositores. A unos, claro está, más que a otros, que pensarán quienes siempre piensan mal para evitar equivocarse.

Yo no soy malpensada, Dios me libre, pero cuando me he dado cuenta de que mis permanentados contendientes representaban a uno de los más afamados criadores españoles de
mi raza, entre nosotros, me he quedado sin la esperanza que abrigaba mi corazoncito ingenuo de quedar como La Mejor Cachorra. Al final he obtenido una calificación de "Muy Bueno 2°", que no está nada mal: "Muy Bueno" es la mejor calificación que puede obtener un cachorro de entre cinco y nueve meses de edad y "" quiere decir que sólo una de mis competidoras era, siempre según el juez, mejor que yo.

Ahora no sé si dejar que me pique el gusanillo de la competición o pasar y dedicarme a otras cosas (la familia o el circo, que vienen a ser lo mismo). La exposición (la primera a la que acudíamos tanto mis dueños como la que suscribe) también ha tenido sus ratillos buenos: por ejemplo, he estado jugando con una Terranova. Pero han predominado el estrés y las prisas. Por lo pronto, mañana, a revolcarme en todos los barros de Granada, que no son pocos.

1 comentario:

  1. jiji! Que graciosa, un perrita Little Miss Sunshine en toda regla!! Que mona!

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